Esta semana en el salón de actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura se ha celebrado, financiado por la Diputación de Cáceres, un interesante Curso sobre Historia y Memoria.
Es de todos conocido el interés del Servicio de Memoria Histórica y Democrática por trabajar conjuntamente, no sólo con la Universidad, sino también con los centros escolares de la provincia, para debatir y reflexionar sobre cuestiones relacionadas con los valores democráticos.
En esta ocasión se ha hecho especial hincapié, con ponentes tanto de dentro como de fuera de la región, en la relación entre Historia y Memoria. Dos conceptos, a veces contradictorios, y en los que necesariamente tenemos que buscar la compartimentación de espacios.
Como no podía ser de otra manera en un evento relacionado con el estudio de la guerra civil española había que hablar de la represión. De sus diferentes variedades. De la búsqueda de fosas que nos llevan hasta el presente donde no cesan las consultas de familiares indagando sobre el destino de los restos de sus seres queridos.
Muy oportuna ha sido la apelación a cómo fueron las primeras experiencias en este sentido. Del mismo modo que muy acertado fue el título del proyecto inicial “Al alba”.
Allí estuvimos, junto a los estudiantes, representantes de Fundaciones, instituciones y asociaciones para explicar nuestro papel y sobre todo el resultado de nuestro trabajo. Una labor pedagógica que a mi se me antoja imprescindible.
Como también tuvieron cabida los aspectos económicos o materiales, así como el papel de las fuerzas armadas en todo el proceso.
Protagonismo especial fue para las cuestiones de género. No nos cansaremos de insistir en que se precisa ponernos al día con el papel, en este sentido, de la mujer, tantas veces obviado y necesitado de profundizar en su difusión y análisis.
En definitiva, el papel de los intelectuales, en palabras del profesor Carlos Hernández Quero ( que en esta ocasión no fue uno de los ponentes, pero cuya reflexión me parece de gran utilidad) debería servirnos como guías de la nación unido a un compromiso social muy definido.
Hay un estereotipo formado para describir la figura de un intelectual. A veces buscando, a propósito su distanciamiento del resto de la sociedad. No nos percatamos de que hay muchas formas de serlo.
Una de ellas, abunda en la precisión de la utilización de la palabra para persuadir, convencer, intercambiar ideas y llegar, cuando sea adecuado, a puntos de encuentro. Pero sobre todo, para aportar luz donde no la hay.
De ahí que hablemos de prodigalidad, de abundancia o de deseo de que sean cada vez más las voces que nos ayuden a conocer la realidad que nos rodea o nuestro pasado más reciente.
En eso estamos.
Be the first to comment